meca del cubismo

La capital de la cereza en el sur de Francia que enamoró a Picasso

A dos horas en coche de Barcelona, esta villa medieval de los Pirineos Orientales esconde leyendas e impresionantes monumentos que recuerdan al intercambio español y francés.

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Foto: Adobe Stock

Fue española y después francesa. A solo 24 kilómetros del mar Mediterráneo, la pequeña capital de la comarca del Vallespir a las faldas de los Pirineos Orientales ha sido un importante marco para los conflictos -y acuerdos- históricos, la agricultura y, sobre todo, la revolución artística del siglo XX. Céret son galerías de arte, calles estrechas, cerezos en flor, tiendas de antigüedades, puestos ambulantes y una larga tradición taurina. Estas son las curiosidades que esconde esta localidad francesa con colores catalanes:

 

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Foto: Irene Mireia Vera

una colonia de artistas

Puede que más de un viajero se sorprenda de toparse con un edificio como el Museo de Arte Moderno en una localidad que no supera los 8.000 habitantes, pero su presencia está más que justificada. De hecho, no se puede tejer la historia de Céret sin los hilos de este museo emplazado en el boulevard Maréchal Joffre. Los primeros artistas que veranearon entre 1910 y 1911 en el pueblo que mira al Macizo de Canigó fueron el músico Déodat de Severac, Manuel Martínez Hugué (Manolo) y Frank Havilland. A esta comunidad de cubistas se sumó el malagueño Picasso, quien no tardó en enamorarse del lugar. A comienzos de los cincuenta regresa a Céret en numerosas ocasiones, y muestra su devoción en forma de regalo: nada menos que 53 obras suyas.  

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Foto: Irene Mireia Vera

La meca del cubismo

Este museo fue fundado en 1950 por los artistas franceses Franck Burty Haviland y Pierre Brune, y actualmente posee una valiosa colección de piezas de arte moderno y contemporáneo de artistas como Picasso, Matisse, Herbin, Gris, Soutine, Chagall, Miró o Braque. “Lo que está aquí expuesto no representa ni el 15% de la colección que posee el museo, por lo que vamos rotando las obras expuestas”, señala Peggy Merchez, responsable esta entidad ampliada por partida doble: en 1993 y en 2022. De esta exhibición destacan los 29 platos con motivos taurinos pintados por Picasso, una colección única en el mundo.

 

El recorrido avanza hacia la zona dedicada al arte contemporáneo. “Los artistas trabajan sobre soporte, color y forma. Buscan desacralizar el arte y darles una segunda vida a objetos que ya portan una memoria”, argumenta Merchez. La voluntad de abandonar los materiales nobles como los lienzos y la pintura al óleo renace como arte accesible a cualquiera y que rompe con la estética establecida. 

 

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Foto: iStock

La capital de la cereza

La tierras de esta localidad son fértiles y las primaveras suaves, que permiten una maduración temprana de los cultivos. En el caso de Céret, las cerezas son uno de sus símbolos por excelencia. La costumbre marca que la primera producción se envíe al Palacio del Elíseo de París, residencia oficial del Presidente de la República Francesa. A mediados de mayo se celebra la popular Fiesta de la Cereza, unas jornadas con más de 150 años de antigüedad cargadas de propuestas culinarias centradas en esta fruta, venta de artesanía, exhibiciones de sardanas y castells, concursos de lanzamiento de huesos de cereza y bandas de músicos.

 

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Sabores y olores que salen de paseo

Cada sábado, las calles empedradas del casco histórico se llenan de puestos de vino, flores, quesos artesanales, fruta y verdura fresca, embutidos, raciones de comida preparada y mucho más. Bandeja en mano, los vendedores se acercan a los visitantes para invitarles a degustar lo mejor de la gastronomía local. Entre compras y paseos matinales, cabe hacer una parada en el Grand Café, antiguo lugar de reunión predilecto de los genios cubistas. 

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Foto: Shutterstock

Fuente de los nueve chorros: a veces Francia, a veces España

Este monumento se instauró por orden del monarca Sancho I de Mallorca (año 1313), cuando Céret pertenecía a España. Tiempo después, Fernando el Católico mandó colocar la escultura de un león en lo alto de la fuente. Los cambios llegaron tras la firma del Tratado de los Pirineos (1659), cuando el territorio empezó a formar parte del Rosellón francés. La fuente no fue retirada, pero sí que se giró el animal de piedra para que le diese la espalda a España por deseos del soberano Luis XIV.  Ya con el león mirando hacia Francia, se incorporó una inscripción que rezaba: "Venid ceretanos, el león se ha convertido en gallo".

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Puente del Diablo: una obra exprés

Inmortalizado en coplas pirenaicas, en películas como El Jorobado (André Hunebelle, 1959) y también por las pinceladas de Cézanne y Herbin: este monumento es un icono de la ingeniería medieval. Data del año 1321 y presenta un solo arco de piedra que se eleva sobre el río Tech a casi 23 metros de altura. Según el relato popular, habría sido el mismísimo diablo quien construyó esta vía de comunicación en una sola noche. Otras voces relatan que al puente le falta una piedra, robada por el maligno. Al margen de las leyendas, la construcción fue imprescindible para la expansión del comercio del Vallespir en su momento. Hoy en día, el Puente del Diablo solo se puede cruzar a pie o en bicicleta. Igualmente, desde este punto parte la ruta hacia la ermita de Sant Ferriol de Céret.

 

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El templo original se erigió en los tiempos de Carlomagno (768 - 814), y aparece mencionado en varios textos durante la época medieval y moderna. La iglesia que sigue en pie hoy en día es de inspiración barroca, con una única nave ancha y un campanario original del siglo XI. Se encuentra en el punto más alto de la villa de Céret.

San Pedro, Ceret de la Frontera
Foto: Getty Images

Puertas de Francia y España

Originalmente, Céret estuvo rodeada por una muralla. De su pasado como ciudad fortificada se conservan dos accesos medievales: uno orientado hacia Francia y otro frente a la plaza Pablo Picasso. La Puerta de Francia lleva incorporados algunos ornamentos de gusto renacentista, mientras que la Puerta de España es de un estilo mucho más sobrio y austero. 

 

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Foto: Adobe Stock

por la paz

La plaza Pablo Picasso alberga la Fuente de la Sardana, creada por Juliette y Jacques Damville. Los escultores quisieron rendir un homenaje a la obra original La Sardana de la Paix, realizada por Picasso durante su estancia en Céret. Dicha composición muestra a dos personas danzando junto a una paloma para reivindicar el fin de la guerra.

 

La Dulcine
La Dulcine

DÓNDE COMER 

Además de contentar la vista, no se debe dejar pasar la oportunidad de disfrutar de otro de los grandes encantos de los Pirineos Orientales: su refinada e innovadora oferta culinaria. A menos de veinte minutos de Cerét, en plena localidad de Reynes se encuentra el restaurante La Dulcine, nacido "del encuentro en Perú de una japonesa y un marsellés". Entre los fogones del chef Ghislain Fernández y de su esposa Clémencia, los ingredientes de Km 0 llenan de sellos su pasaporte gracias a este viaje por las gastronomías del mundo.

La Dulcine
La Dulcine

Aquí los sabores franceses más auténticos se fusionan con las influencias de todos los continentes en un local discreto pero con mucha personalidad (a destacar: el techo embellecido con salpicones de color al estilo impresionista). Aquí van algunas pistas para los entrantes: el foie gras escalfado con Banyuls en costra de mendiants con flores comestibles o el huevo al toque de trufa sobre una cama crujiente de espárragos y jamón. De plato principal, la apuesta se divide entre el pescado del día y el cordero catalán confitado. Y para despedir la velada, trufa de chocolate sorpresa como postre: chocolate ecuatoriano, maracuyá, praliné de avellanas, helado de leche de cabra, caramelo de mantequilla salada y galleta crujiente. No se puede pedir más.