Mar y montaña

La esencia de Girona en once pueblos encantadores

Esta provincia rica en paisajes lo es también en pueblos seductores asentados en ellos, desde marineros en la costa a pirenaicos en las montañas y rurales en el interior.

Un paseo por bellos pueblos de Girona desde el Mediterráneo al corazón de los Pirineos. Esto es lo que ofrece esta selección de Viajes National Geographic que recoge algunos de los más fotogénicos y encantadores de la provincia catalana. La mayoría son de origen medieval y destacan por su bello emplazamiento natural, por su patrimonio artístico o simplemente por su belleza intacta. La guinda la pone el atractivo gastronómico del que disfruta la mayoría.

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Vista aérea de Cadaqués
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CADAQUÉS

Este pueblo emblemático de la comarca del Alt Empordà está considerado uno de los enclaves marineros más bonitos de la costa catalana. Su aislamiento natural ayudó a preservar la fisonomía de una pequeña aldea de pescadores que hoy, como siglos atrás, sigue mezclando la arquitectura de sus casas encaladas, el azul mediterráneo, el verde de los pinos y una bahía protegida de la tramuntana. Cadaqués nació de cara al mar para defenderse y mirar de cara a los piratas. Se eleva como un navío flotando sobre el Mediterráneo, cuyo mástil es la iglesia gótica de Santa María. A partir de ella, las casas apiñadas se amoldan a las cuestas, regalando miradores improvisados y terrazas donde reposar mirando al mar.

 

La villa posee varios ejemplos de arquitectura modernista situadas frente al mar, como la Casa Serinyena. Abundan también las galerías de arte y talleres de pintores enamorados del pueblo como lo estuvo Salvador Dalí, nacido en la cercana Figueres y que cuando ya era famoso arrastró con él a varios de sus amigos artistas, como Federico García Lorca y Pablo Picasso. En la vecina cala de Port Lligat se localiza una de las casas-museo del genio ampurdanés.

 

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Besalú
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BESALÚ

Besalú puede presumir de ilustre pasado medieval. Así lo declara impetuosamente en su acceso más evocador, el puente románico fortificado que salva el río Fluvià, símbolo de la que fue capital de un próspero condado en el siglo XI. Con una puerta en cada extremo, siete arcadas y 150 m de longitud, esta pasarela única es el emblema de este pueblo que en el medievo controlaba la ruta que unía Girona con el Pirineo; es puerta también a la comarca boscosa y volcánica de La Garrotxa. Dos torres acceden al conjunto medieval, cuyas calles empedradas facilitan viajar en el tiempo, cuando cristianos y judíos convivían aquí.

 

De estos últimos se hallaron restos de una sinagoga. Por calles sinuosas con tiendas de artesanía se llega a la plaza Prat de Sant Pere, con soportales y ya mencionada en el siglo XI. A la plaza se asoma el monasterio de Sant Pere, fundado el año 977. Junto al templo se puede entrar en el Micromundi de Besalú, un curioso museo de miniaturas. Otros templos de interés son Sant Vicenç, encajado entre las casas, que se remontan al siglo X, aunque incluye detalles góticos como el rosetón añadido en el XIII, y la iglesia románico-bizantina de Santa María, de la que se conservan los ábsides y los sillares, que estuvo dentro del perímetro amurallado del castillo condal, alrededor del cual fue creciendo el pueblo.

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Calella de Palafrugell
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CALELLA DE PALAFRUGELL

Este pueblo del Baix Empordà añade a su fisonomía de pueblo de pescadores, calas fotogénicas y fama en restaurantes de pescado. El enclave marinero parece salido de un lienzo, con sus barcas amarradas sobre la arena. En su origen no era más que un barrio de pescadores, con casitas agrupadas frente al mar y protegidas desde un altozano por la iglesia de Sant Pere. Desde varios miradores anclados en la costa se contempla la sucesión de calas separadas por elevaciones rocosas que penetran en el mar: El Golfet, Els Canyers, Port Pelegrí, La Platgeta, Calau, Port Bo, Malaespina y Canadell, siempre con los islotes de las Formigues en el horizonte.

 

Al sur, la prominencia del Cap Roig limita el pueblo, coronada por un palacete de aspecto medieval que, en realidad, fue erigido a inicios del siglo XX. La finca alberga un jardín botánico creado sobre los acantilados que, en verano, se convierte en el privilegiado escenario de un festival de música. El límite norte de Calella es la punta de Els Canyissos, sobre la que se alza La Torre, una atalaya del siglo XVI, que hoy marca el inicio del Camí de Ronda que conduce a Llafranc. Junto a la cala de Port Bo arrancan Les Voltes, los porches de Calella de Palafrugell, un resguardo en invierno y en verano transitados por visitantes y pintores que colocan allí sus caballetes. La localidad acoge cada mes de julio una famosa Cantada de Habaneras.

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Castellfollit de la Roca
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CASTELLFOLLIT DE LA ROCA

La originalidad de este pueblo de la comarca de La Garrotxa es su emplazamiento, aferrando sus casas a un estrecho risco de roca basáltica a 50 metros de altura y sobre el lecho del río Fluvià, siendo uno de los más pintorescos de toda la geografía catalana. El pueblo ya resulta espectacular cuando se contempla desde la carretera antes de llegar, mientras que, durante la visita a pie, son los miradores y recovecos los que van adornando el paseo. Este discurre por sus callejuelas estrechas e incluye vestigios de antigua vía romana y la iglesia de Sant Salvador, del siglo XIII, en el extremo del risco donde se abre un mirador con amplias vistas sobre los valles del Fluvià y del Toronell.

Pals
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PALS

Este pueblo del Baix Empordà es uno de los que mejor preserva su antigua fisonomía medieval. Cuando desde la carretera se divisa la silueta del conjunto, uno cree tener una visión, con el pueblo aferrado a una loma rodeada de arrozales y coronado por el templo de Sant Pere, cuya historia de más de mil años hacen que acumule elementos románicos, góticos y barrocos, y la medieval Torre de Les Hores, la principal seña de identidad de Pals, un enclave muy apreciado de la Costa Brava.

 

El barrio antiguo de La Vila, donde destaca la Casa de la Cultura y Museo Ca la Pruna, se asciende por calles adoquinadas y con arcadas que muestran restos de muralla, torres vigía, garitas, aspilleras y hasta dos sepulturas antropomorfas (siglos VIII y XI). También se contemplan caserones de los siglos XVI y XVII bellamente restauradas, como casas particulares, tiendas de recuerdos o rústicos restaurantes. De la plaza Major arranca el callejón homónimo, con un tramo cubierto por un arco con balcón que es uno de los rincones más fotografiados del pueblo, justo donde se abre el pasaje de Ca la Rufina, con sus lados unidos por arcos. La ensoñación de Pals se completa en el mirador del Pedró, junto a la torre del castillo destruido en 1478. El término de Pals incluye de una playa ininterrumpida de 3,5 km, un arenal dorado con dunas protegidas y vistas a las Islas Medes.

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Tossa de Mar
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TOSSA DE MAR

La imagen de esta localidad costera y fortificada es realmente magnética. Su fortín amurallado parece seguir insistiendo en proteger la antigua aldea marinera, con la playa de Es Codolar a sus pies. En el promontorio ya hubo antes un poblado íbero, y se supone que también otro amurallado de época romana, pero de menor tamaño. El fortín de Tossa comenzó su construcción en 1187 y fue ampliándose hasta el siglo XV. Su función principal era la de proteger a los pescadores que habitaban en la villa marinera de los continuos ataques piratas de la época.

 

La muralla mantiene en pie siete torres, tres de ellas (Codolar, Les Hores y Joanàs) cilíndricas y estilizadas. Abraza el barrio medieval de Tossa de Mar, la Vila Vella que, juntos, están declarados Monumento Histórico Artístico en 1977. A partir del siglo XV creció extramuros la Vila Nova, donde sobresalen el Palacio del Gobernador (siglo XV), hoy Museo Municipal.

Santa Pau
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SANTA PAU

Esta encantador pueblo presume de ser la entrada perfecta al Parque Natural de La Garrotxa, famoso por sus volcanes y zonas boscosas, esplendorosas con los colores otoñales. Documentado desde finales del siglo VIII, en Santa Pau merece la pena acercarse a la iglesia de Santa María, con un imponente campanario de base cuadrada que denota la época de su fundación (1400), y al Castillo, en el punto más alto del pueblo, alrededor del cual fue expandiéndose la villa medieval amurallada.

 

Detenerse en su plaza porticada de perfil irregular y arcos desiguales para contemplarla permite apreciar el paso del tiempo en la arquitectura del pueblo, sencilla a primera vista, pero llena de detalles. Santa Pau es también famosa por sus populares mongetes o judías de llevan el nombre del pueblo, y que en los restaurantes presentan en múltiples recetas.

Beget
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BEGET

A 18 km de Camprodón se esconde el coqueto pueblo de Beget, donde se guarda uno de los tesoros artísticos y más secretos de la comarca de Ripollés. Aparece tras un recodo de una carretera sembrada de curvas y envuelta por prados y bosques de roble, encina y boj. De repente, allí aparece Beget, anclado en sus orígenes medievales.

 

Esta joya de los Pirineos conquista con sus callejuelas empedradas, casas de piedra con techos de tejas inclinadas, los dos puentes medievales y la iglesia románica de Sant Cristòfol (siglo XII), que en el exterior exhibe un estilizado campanario y en su interior guarda la talla románica de un Cristo Majestad presidiendo un retablo barroco. Se considera que el templo de Beget conserva una de las líneas románicas más puras de Cataluña.

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Monells
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MONELLS

El encantador Monells es otro de los pintorescos pueblos medievales que salpican los campos agrícolas del interior del Baix Empordà. Su atractivo caserío parece detenido en el tiempo, cuando el año 1102, el castillo y el pueblo crecido a su alrededor, fueron escogidos para celebrar el mercado semanal de la zona, en su plaza porticada de Les Voltes, donde convergen las pocas y sinuosas callejuelas del pueblo, hoy uno de sus rincones más fotogénicos.

 

En el pueblo, que conserva vestigios de la antigua muralla, sorprende la magnífica iglesia de Sant Genís, de origen románico pero rematada en el XVIII tras reconstruir su fachada. El encanto del pueblo se aprecia deambulando con calma por pasajes porticados como los de la calle de Els Arcs y admirando sus casas de piedra con arcadas y ventanales de estilo gótico, la mayoría de ellas hoy rehabilitadas.

Peratallada
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PERATALLADA

Este pueblo enteramente medieval ha sabido preservar su esencia histórica, ahora adornada con restaurantes con encanto y tiendas de artesanos. Casi parecería que el pueblo se resiste a dejar atrás su pasado. La población se asienta sobre sólida roca arenisca y sigue rodeada por un gran foso excavado en roca viva. Se pasea por calles estrechas y sinuosas, que se abren a callejones secretos y plazoletas como la porticada de Les Voltes que recuerda que desde el pasado esta villa ya albergaba su propio mercado.

 

Entre sus monumentos se conservan el antiguo castillo feudal, originario del siglo XI y hoy un recinto palaciego destinado a eventos culturales, la iglesia de Sant Esteve, románica del siglo XIII y con tres naves, además de varias atalayas que estaban adosada a la muralla como la Torre de Les Hores, que hoy ejerce de mirador. Está declarado Conjunto Histórico-Artístico y Bien Cultural de Interés Nacional.

Camprodón
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CAMPRODÓN

Esta localidad destaca por acumular un imponente patrimonio histórico. Localizada en la comarca del Ripollés, ocupa el corazón del valle homónimo, hoy surcado por rutas senderistas. A la entrada del pueblo se puede admirar el Pont Nou, construido con un solo arco en el siglo XIII para salvar las aguas del río Ter, que antaño era la puerta de acceso al camino de carros que llevaba a la pirenaica Cerdanya.

 

Para comprobar la importancia del pueblo basta con acercarse al monasterio románico de Sant Pere, erigido entre los siglos X y XII, en el que destaca el campanario de dos pisos sostenido sobre el crucero; su interior de acústica perfecta es el escenario del Festival de Música Isaac Albéniz. A finales del XIX, Camprodón experimentó cierto crecimiento cuando se convirtió en un refugio estival de la burguesía catalana. Y un apunte final, no se puede abandonar el pueblo sin comparar una caja de sus famosas galletas.