Nido de águila

El Machu Picchu del sur de Francia

El castillo de Peyrepertuse es uno de los más carismáticos de la Ruta Cátara que discurre por Occitania.

El castillo de Peyrepertuse se alza como flotando en el aire sobre el municipio de Duilhac-sous-Peyrepertuse, en el sur de Francia. Este emblemático nido de águila es un majestuosos testimonio de monjes-soldados de este movimiento religiosos medieval, que convulsionó la historia de Europa. En la actualidad, la visita al castillo de Peyrepertuse se puede realizar por libre o contratando visitas guiadas y teatralizadas. 

 

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Peyrepertuse
Foto: Shutterstock

VISITA A LA PIEDRA TALADRADA

Peyrepertuse, «piedra recortada o taladrada» en lengua occitana, es el castillo cátaro más grande de Francia. Situado en el fértil departamento del Aude, en la región de Languedoc, fue erigido al abrigo de la región natural de las Corbières. Su historia es tan imponente como su monumentalidad, con una larga lista de avatares, mitos y leyendas. Desde la firma del Tratado de Corbeil (1258) y a lo largo de cuatro siglos, este bastión y otros vecinos encaramados en las colinas fueron marcaron la línea fronteriza con España. Hoy como ayer, su silueta sobresaliendo de la neblina envolvente de la mañana siendo sobrecogiendo al visitante.

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Peyrepertuse
Foto: iStock

NIDO DE ÁGUILA

Alzado sobre una escarpada cresta pétrea de unos 800 metros de altitud, se accede hasta él por un camino de ronda, boscoso al inicio, pero que al ganar altura se va volviendo empinado y desnudo de vegetación. Al penetrar en la fortificación, curiosamente por una pequeña y simple puerta defendida por una barbacana, uno siente que más que un castillo entra en una pequeña villa medieval.

Su construcción sobresale por hacerla imponente y por la calidad de su factura, con una amplitud excepcional en sus muros. Se considera el castillo cátaro más remarcable y un ejemplo de la arquitectura militar de la Edad Media en el sur de Francia. Las murallas hoy en ruinas se extienden a lo largo de unos 300 metros horizontales en un recinto de unos 50 metros de anchura, aferradas a la estrecha cima con paredes verticales alcanzan los 80 m de alto.

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Peyrepertuse
Foto: iStock

EL LEGADO DE LOS CÁTAROS

El de Peyrepertuse fue durante los siglos XII y XIII uno de los castillos cátaros más poderosos de Francia. Luego pasó a ser uno de los llamados «Cinco hijos de Carcasona», que conformaban la defensa de aquel condado medieval. Dentro de su noble cerco de murallas, el castillo parece una fortaleza dentro de otra, con la iglesia de Santa María Bastida (1115) al fondo del recinto y una escalinata de medio centenar de peldaños tallados en la roca, construida al borde de un impresionante precipicio, casi suspendida en el aire. 

Durante el medievo, poderosas fortalezas como la de Peyrepertuse vigilaban las alturas de la actual región del Languedoc-Roussillon, donde hoy se puede seguir la Ruta de los Castillos cátaros. Desde las alturas estratégicas, estas atalayas podían detectar presencias hostiles y preparar su defensa, controlar los valles y montañas de alrededor. Muchos de los castillos cátaros se comunicaban por señales entre sí.

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Peyrepertuse
Foto: AdobeStock

UNA HISTORIA INTERMINABLE

Declarado Monumento Histórico Certificado, la tradición ha bautizado al castillo de Peyrepertuse como el Machu Picchu occitano. La primera mención a este bastión se remonta al año 1050 cuando un documento afirma que pertenece al condado de Besalú. El recinto originario se asentaba en la parte más baja de la cresta. En el siglo XII se añadió la iglesia, de la que se conserva el altar, donada por el priorato de Serrabona. Posteriormente, en 1162, el asentamiento pasó a formar parte del condado de Barcelona. En el Tratado de los Pirineos (1659) se le menciona como bastión fronterizo de defensa.

 

Fue feudo de Guillaume de Peyrepertuse durante la cruzada contra los cátaros y un punto clave en la defensa del reino de Francia frente al de Aragón. El noble nunca quiso someterse y Peyrepertuse, al contrario de otras fortificaciones, no fue nunca asediada, puede que por su emplazamiento único. Tras el fracaso del sitio a Carcasona, Guillem prefirió rendirse al rey francés a mediados del siglo XIII. Luis IX de Francia, entonces en el trono, mandó reconstruir la Torre del Homenaje que cobija la capilla de San Jorge, de nave única y ábside semicircular, la iglesia que era lugar de culto y de refugio a la vez, y la escalinata que hoy lleva su nombre. Asimismo hizo levantar una segunda fortificación, la de San Jorge, en la parte más elevada y vertiginosa de la cresta montañosa.