En la entrada del Museo Senckenberg de Historia Natural de Frankfurt, un inusitado embajador del pasado remoto recibe a los visitantes: un dinosaurio del tamaño de un perro llamado Psittacosaurus, que murió hace unos 130 millones de años. La criatura está tan bien conservada que los científicos alcanzan a observar los detalles más sutiles de su piel con una fidelidad asombrosa.

El espécimen –conocido oficialmente como SMF R 4970– salió de China en los años noventa en circunstancias sospechosas desde el punto de vista legal, cuando de la provincia de Liaoning salía bajo cuerda un flujo continuo de fósiles. Tras recorrer Estados Unidos y Europa en manos de un comerciante alemán, en 2001 fue adquirido por el museo para ponerlo a disposición de la ciencia (ante el fracaso de los intentos de repatriación). Desde entonces, no ha dejado de desvelar sorpresas.

Hallar piel de dinosaurio fosilizada no es tan raro: las «momias» de hadrosaurio norteamericanas, por ejemplo, conservan zonas de escamas. Pero este ejemplar podría presentar la mayor cantidad de piel conservada en un único dinosaurio no aviano, e incluso tiene restos de melanina. «Ha sido una inmensa fuente de conocimiento», dice Jakob Vinther, paleontólogo de la Universidad de Bristol, Reino Unido, que lo ha estudiado al detalle.

Y hoy sigue deparando sorpresas. En 2021, un equipo dirigido por Vinther descubrió que este es el único fósil de dinosaurio no aviano conocido que conserva la cloaca, el orificio polivalente con el que defecaba, orinaba y se apareaba. El año pasado, otros investigadores estudiaron sus escamas y anunciaron la identificación del «ombligo»: una prodigiosa instantánea del tiempo que aquella criatura antediluviana pasó dentro del huevo.  ¿Qué más secretos esconde el fósil?
A juzgar por lo visto hasta ahora, está claro que desvelará muchas más sorpresas. 

Este artículo fue publicado en el número de febrero de 2024