Periodismo del siglo XX

Oriana Fallaci, la primera corresponsal de guerra italiana

Autorretrato de Oriana Fallaci realizado en el año 1960.

Foto: PD

Oriana Fallaci ha pasado a la historia del periodismo, no solamente por su obra, sino también por su arrolladora personalidad. Además de periodista, Fallaci fue una incansable activista política, feminista convencida y una mujer con profundos ideales políticos. Nacida en Florencia el 29 de junio de 1929, Fallacci ha sido considerada una magnífica escritora y una de las personalidades más relevantes del siglo XX. La fama de "la Fallaci", como llegó a ser conocida, se extendió asimismo a su profunda amistad con Pier Paolo Pasolini, al cual dedicaría una carta posmortem con su característico toque realista.

La carrera periodística de Oriana Fallaci se caracterizó por su peculiar manera de entrevistar a algunos de los personajes más importantes de su época. Su estilo directo y peculiar le causaría más de un disgusto ya que algunas de sus preguntas no estaban exentas de comentarios que muchos de los entrevistados consideraron inapropiados. Oriana Fallaci fue una mujer a la que siempre rodeó la polémica, hasta el punto de que durante la entrevista que hizo al Ayatollah Jomeini en Teherán, la periodista no pudo evitar defender a capa y espada sus ideales feministas, incluso en una situación tan poco propicia como aquella.

Fotografía tomada durante la famosa entrevista de Oriana Fallaci al Ayatollah Jomeini en Teherán.

Foto: PD

Educación contra el fascismo

El padre de Oriana era un albañil con una marcada conciencia de clase y su madre, una ama de casa que siempre quiso que su hija Oriana tuviese un futuro mejor que el suyo. Oriana fue la mayor de cuatro hermanas, tres nacidas del matrimonio y una, Elisabetta, que fue adoptada. Nacida en la Italia gobernada por el dictador Benito Mussolini, tanto Oriana como sus hermanas recibieron de sus padres una educación que primaba la defensa de la libertad y el rechazo al fascismo. Siendo una adolescente, Oriana, que ya tenía una gran conciencia política, se implicó a fondo en la lucha antifascista y con solo trece años distribuía munición entre los grupos de partisanos. La joven cruzaba el río Arno en bicicleta con las armas escondidas en un zurrón. Tal vez el hecho de poner en peligro su vida desde muy joven le hizo perder el miedo, un sentimiento que a partir de entonces le fue ajeno.

Siendo una adolescente, Oriana se implicó en la lucha partisana en contra del fascismo.

Foto de Oriana Fallaci aparecida en la contraportada del libro Un uomo (un hombre, 1979).

Foto: PD

A los catorce años, la adolescente Oriana fue condecorada por los servicios prestados a su país y premiada con unas becas de estudio, que la joven aprovechó para iniciar la carrera de Medicina. Pero muy pronto se dio cuenta de que aquello no era lo suyo y decidió pasarse al periodismo. Sus primeros artículos en el periódico italiano Il mattino dell'Italia centrale versaron sobre personajes famosos y estaban impecablemente escritos. Pero Oriana no tenía suficiente. Quería escribir sobre cosas "importantes". En aquella época, Oriana se enamoró por primera vez. El objeto de su amor se llamaba Alfredo Pierotti y era un prestigioso periodista que estaba casado y se sentía agobiado por el amor apasionado que le profesaba la joven. La indiferencia de Pierotti hacia ella la dejó devastada y juró no volver a enamorarse nunca más. Promesa que rompería en dos ocasiones. La primera cuando se enamoró en Vietnam del corresponsal de guerra François Pelou, también casado, y la segunda y última, su relación más tormentosa, la que mantuvo con Alexandros Panagulis, luchador contra la dictadura de los coroneles en Grecia.

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Oriana en la NASA

Poco después, su tío, también periodista, le ofreció un puesto en el diario Época, del cual era director. Oriana aceptó, pero pronto se cansaría de realizar trabajos que consideraba aburridos por lo que decidió dar un giro radical a su vida y trasladarse a Nueva York. En Estados Unidos Oriana sería acogida con los brazos abiertos, pero la periodista no tardaría en mostrarse muy crítica con la sociedad norteamericana y sobre todo con su Gobierno cuando decidió invadir Vietnam. De todos modos, durante la década de los años cincuenta, Oriana recorrió todo el país impregnándose del American Way of Life, aunque, de nuevo, sus primeros trabajos allí consistieron en artículos y entrevistas a famosos para la prensa del corazón. Oriana hizo frecuentes viajes a Los Ángeles para entrevistar a estrellas de Hollywood, y fruto de ello será la publicación de su primer libro Los siete pecados capitales de Hollywood (1959), con prólogo del director y actor Orson Welles.

Durante la década de los años cincuenta, Oriana recorrió Estados Unidos impregnándose del modo de vida americano.

Fotografía de Oriana Fallaci tomada en los años '50.

Foto: CC

En 1960, Oriana Fallaci se instaló definitivamente en Nueva York, y en la Gran Manzana empezarían a llegar los trabajos importantes. El primero de ellos fue una serie de crónicas sobre la situación de la mujer en Oriente Medio, y fruto de sus investigaciones y viajes publicó otro libro: Penélope en la guerra (1962). En aquellos años la carrera espacial estaba en pleno apogeo y Oriana, muy interesada en el tema, logró ser la única periodista a la que se concedió un permiso especial para poder moverse sin restricciones por todas las dependencias de la NASA, la agencia espacial estadounidense (allí descubriría con sorpresa que el cerebro del proyecto Apolo era Wernher von Braun, el científico estrella de Adolf Hitler). Oriana obtuvo una gran consideración en la agencia espacial, tanto que el comandante del Apolo XI le pidió que redactara una frase especial para el momento en que el astronauta Neil Armstrong fuera el primer hombre en pisar la Luna. Oriana sugirió con ironía que la frase "un pequeño paso para un hombre y un gran paso para la humanidad" fuera "para él es un gran paso…", haciendo referencia a la baja estatura de Armstrong.

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Corresponsal de guerra y crítica con el Corán

Mujer con un fuerte y singular carácter, Oriana Fallaci no gustaba a todo el mundo. De hecho, fue definida por el periódico The New York Times como una hipocondríaca, una fumadora empedernida (casi tres cajetillas al día), una mujer despistadísima, capaz de abrir su correo con meses de retraso, y el medio criticó asimismo que en la puerta de su casa hubiera una nota que dijera: "Go Away" (Vete). Pero serían su falta de miedo y su arrojo los que hicieron de Oriana la corresponsal de guerra ideal. Oriana Fallaci cubrió conflictos en Vietnam, la India, Pakistán, Oriente Medio y Latinoamérica, donde fue herida por una bala del ejército mexicano durante la masacre de Tlatelolco (octubre de 1968). Asimismo, la lista de personalidades a las que entrevistó es interminable y variada: Mahatma Ghandi, Martin Scorsese, Frank Sinatra, Yasir Arafat, Henry Kissinger, Golda Meir o Bob Kennedy. En cierta ocasión, Oriana explicó al Times cómo elaboraba sus guiones antes de entrevistar a alguien: "Lo que guía mis preguntas en cada entrevista es un retrato de mí misma, una extraña mezcla de mis ideas, mi temperamento y mi paciencia".

El The New York Times la definió como una hipocondríaca, una fumadora empedernida y una mujer muy despistada.

Oriana Fallaci firmando libros en Ámsterdam en el año 1980.

Foto: CC

Fallaci también jugaría un papel decisivo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Escribió dos artículos que desataron todo tipo de reacciones, hasta el punto de recibir amenazas tras la publicación de un articulo para el Corriere della Sera en el que denunciaba el fanatismo islámico comparándolo con el nazismo. "Nuestro peor enemigo no es Bin Laden, es el Corán, el libro que nos ha intoxicado", fue una de las desafiantes y polémicas frases que Fallaci incluyó en sus publicaciones, de las cuales nacerían los libros La rabia y el orgullo (2001), La fuerza de la razón y Oriana Fallaci se entrevista a sí misma, ambos en el año 2004.

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Florencia, lugar de descanso final

En realidad, Oriana Fallaci era, tal como la había definido The New York Times, una fumadora empedernida. Los más de cincuenta cigarrillos que fumaba a diario acabarían pasándole factura. Fallaci fue diagnosticada con un cáncer de pulmón muy agresivo que la empezó a consumir. La periodista, enferma, decidió vivir como una autentica reclusa en su apartamento de Manhattan. Su soledad solo se veía interrumpida por las visitas de sus hermanas, que declararon que Oriana temía por su vida. Viendo muy cercana su muerte, Oriana expresó su deseo de ser recibida por el papa Benedicto XVI, quien le dedicó una audiencia privada el 27 de agosto de 2005. De hecho, Fallaci siempre se definió a sí misma como una "cristiana atea" y dejó escrito en su testamento que tras su muerte se celebrara en su honor una ceremonia estrictamente privada y laica.

Por expreso deseo de la escritora italiana, el papa Benedicto XVI la recibió en una audiencia privada el 27 de agosto de 2005.

Oriana Fallaci durante su viaje a Teherán en 1979.

Foto: PD

El último viaje de su vida fue para regresar a casa, a su Florencia natal. Allí murió el 15 de septiembre de 2006 a los 77 años de edad a causa del agresivo tumor pulmonar que, según ella, había sido culpa del dictador iraquí Sadam Hussein. La periodista siempre creyó que la causa de su enfermedad estaba en el incendio de los pozos de petróleo de Kuwait provocado por el ejército de Sadam. De hecho, ella se encontraba en el país en ese momento y no pudo evitar respirar aquel espeso humo negro. Viendo la inminencia de su final, Oriana declararía: "Quiero morir en la Torre de Mannelli mirando el río Arno desde el Puente Vecchio". Aquel sitio no era un lugar cualquiera. De hecho, la Torre de Mannelli había sido el cuartel general de los partisanos junto a los que combatió su padre. En sus últimos momentos Fallaci aseguró no tener miedo a la muerte, aunque sí sentía "una especie de melancolía. Me desagrada morir, sí, porque la vida es bella, incluso cuando es fea".